miércoles, 9 de diciembre de 2009

PORQUE ME LLAMO BIGOTA, dedicado a Maria Jose Moreno


Antes se cansará la mente de imaginar
que la realidad de maravillarnos.

CARMEN
Doña Ursula siempre era puntual y llegaba una hora antes de la cena. Luis esperaba con el papel fijado en el tablero, afilando el lápiz y sin permitirse tocar el inacabado dibujo en el que había trabajado el día anterior.
Algunos meses atrás, doña Ursula entró en aquella casa por primera vez a saludar a Magdalena, a la dueña, y quedó enganchada al apetitoso olor a puchero que venía de la cocina. La acababa de conocer y ésta la había invitado a cenar conmovida por todas las penurias que aquella mujer, recién llegada a la ciudad, le había contado. Pero más conmovidos quedaron todos los miembros de la familia, padre, madre e hijo; al contemplar la forma voraz y desesperada con la que aquella señora, de porte altanero y señorial, atacaba el humeante plato de cocido.
Corrían malos tiempos y por eso, desde entonces, doña Ursula se dejaba caer por allí un día sí y otro más, hasta que acabó siendo un invitado perpetuo. Se había ofrecido a enseñar al niño de la casa los rudimentos del arte de dibujar porque, afortunadamente para ella, se dio cuanta de que el chico también era habilidoso con el lápiz y ella lo hacía con sobrada maestría.
Siempre iba vestida de negro, con unas tupidas medias del mismo color y se cubría la cabeza con un velo al salir a la calle. Llevaba luto por su esposo y por un hijo único que le mataron en la guerra. Su ropa estaba algo ajada pero tenia visos de haber sido de calidad. En verano se refrescaba con un enorme abanico que llamaba pericón y en invierno y en épocas más frescas se tapaba con un deteriorado mantón de largos flecos. Era morena, de ojos grandes y casi saltones. Presumía de que, a sus casi ochenta años, no tenía ni una cana. Pero no era verdad, porque la raya que se hacía en el centro de la cabeza, destacaba tanto, que mas bien parecía trazada con tiza blanca. Remataba su peinado con un moño recogido en la nuca y dos caracolillos pegados, con fijador, en la frente.

Cuando don Juan, el cabeza de familia, aún no había llegado, doña Ursula sacaba una petaca con tabaco negro picado y una carterita de papel de fumar y con gran destreza manual liaba un cigarrillo y lo sellaba con un suave lengüetazo.
—Después de cenar, cuando se acueste tu marido, que viene cansado, me lo fumo. — Le decía doña Ursula a Magdalena, quién siempre respondía lo mismo:
—No sea usted tonta mujer. No ve que esta casa es pequeña y él huele el tabaco desde la cama. Ya hace tiempo que me ha dicho que no le importa.
—Pero el respeto es un respeto. Fumar delante de don Juan, y en su casa, nunca.—Afirmaba la anciana.
Luis, que entonces acababa de cumplir los trece años, no sólo había asimilado con dedicación los consejos de doña Ursula, sino que apuntaba claros destellos de tener talento y una aptitud innata para el dibujo. A la improvisada profesora le encantaba hablar con él mientras la madre preparaba la cena en la cocina y no les podía oír. Con su pose de gran señora nunca tuvo el detalle de echarle una mano. Ni siquiera ayudaba a retirar los platos de la mesa. Quizás pensaba que una de sus clases valía mucho más que el grosero plato de cocido que tomaba todas las noches; por mucho que ello fuese la única fuente de alimento de que disponía.
—Luis, cariño, escúchame con atención. Eres muy inteligente pero puede que en este momento no entiendas esto que te voy a contar. Pero no te esfuerces; más adelante lo verás claro. Pero quiero que me prometas que será un secreto entre nosotros. Doña Ursula le pegó una profunda calada al cigarro y una densa y apestosa bocanada de humo se estrelló en la cara de Luis. —Tú y yo fuimos pareja en una vida anterior. Te hice mucho daño y ahora nos hemos vuelto a encontrar para que yo salde mi deuda enseñándote. Por entonces vivíamos en Córdoba. Yo era condesa y me llamaba Carmen y tú un joven escritor que se llamaba Jesús quien, en aquella época impregnada de romanticismo, se suicidó por amor. —¿Entonces, usted ha venido de otra vida para enseñarme a dibujar, verdad, doña Ursula? —No exactamente. “Pero el puchero bien que te lo comes”. —Murmuró Luis.
—Más que nada he venido a “iniciarte en la magia” por eso, cuando mamá está en la cocina te cuento, en voz baja, esas cosas que tanto te gustan y que ambos compartimos en secreto. Ese conocimiento te dará poder y habilidad para poder triunfar cuando seas adulto. Para salirte siempre con la tuya, como diría la simple de tu madre.
Luis no la comprendía, pero la escuchaba atento y con respeto. Pero lo que en verdad le interesaba y le atraía era la casa de la “Bigota” que estaba situada no muy lejos de la suya y que era tan grande que daba a dos calles. Aunque estaba flanqueada por una alta valla de mampostería repleta de hiedra, tenía una verja de entrada al jardín a través de la cual Luis podía lanzar miradas furtivas hacia el interior, tratando de adivinar qué podría haber detrás de la gran puerta de madera que se vislumbraba al fondo. En el barrio se sabía que allí vivía una anciana con su hija y que eran gente pudiente que nunca habían dirigido la palabra a los vecinos. Los jueves por la tarde un taxi venía a recoger a la hija: Una mujer de una belleza extrema, con unas preciosas piernas que fascinaban a Luis. Éste simulaba jugar a solas en la acera de enfrente para verla salir y percibir el perfume que llegaba hasta donde se encontraba él. Olía a gloria, no como doña Ursula, que no lograba ocultar su olor a tabaco negro poniéndose colonia barata.
“La Bigota es una bruja.” Le habían dicho los otros niños del barrio. “Todo el mundo lo sabe. Nadie quiere entrar ahí, además dentro de la casa hay un monstruo. Y la hija es una puta que se acuesta con el comandante de aduanas del puerto.” A Luis, todas aquellas habladurías le daban igual. Sentía atracción por aquella casa y deseaba ver a la hija de la Bigota de cerca, cara a cara. En cuanto a la vieja; tenía un rostro indefinido surcado de arrugas y sus ojos proyectaban una mirada perdida, casi como si no tuviese ojos. A veces, se la veía merodeando por el amplio, frondoso y descuidado jardín, arrastrando, con su pausado andar, las hojas secas que lo alfombraba.

Una vez, al pasar ante la verja, Luis se paró al oír unos gruñidos que venían de dentro de la casa !Calla ahora voy, coño¡ Gritaba aquella vieja con voz potente y ronca. El niño se había apoyado en la verja y ésta, que tenía el cerrojo abierto, cedió chirriando un poco, lo suficiente como para que la Bigota notara su presencia.
—Entra, cariño, entra, entra, no tengas miedo. —No tengo miedo, yo ya tengo una amiga bruja. La vieja sonrió extendiendo las manos amigablemente en señal de invitación.
—Ven hombre, ven ¿Quieres ver mi casa? “¡Entrar en casa de la Bigota!” pensó Luis mientras decidido y alegre se dirigía hacía donde se encontraba la vieja.
—Límpiate los pies en el tapete que el suelo está encerado. Una vez dentro, Luis pudo comprobar que la casa de la bruja Bigota no era inhóspita, olía a limpio y emanaba el mismo perfume de azahar que los naranjos del parque. —Acompáñame—dijo la vieja tomando al niño de la mano y recorriendo un ancho y largo corredor en cuyas paredes colgaban espejos a ambos lados y en donde, al mirarse, Luis se veía a si mismo multiplicado. La fuerte pero cálida y suave mano de la vieja arrastró al niño, que se encontró en un dormitorio casi sin darse cuenta.
Allí olía distinto. Era un olor rancio y dulzón, algo así como huelen las iglesias. También percibió como ese olor se mezclaba con otro más desagradable que parecía venir de una puerta que estaba cerrada.
La Bigota le volvió la espalda para sentarse en un taburete, frente a un tocador. Soltándose el recogido, dejó que una larga melena de pelo gris y encrespado cayese sobre sus hombros. Antes, cuando aún estaba de pie, se había quitado la amplia bata de color gris ceniciento quedándose con un salto de cama transparente.
Luis permanecía atento pero, dada su pequeña estatura, no podía ver la cara de la Bigota en el espejo de la coqueta. —Vamos a ver, ¿cómo te llamas, cariño? — Le preguntó la vieja con voz menos quebrada.
—Me llamo Luis y vivo un poco más arriba. También conozco a su hija...bueno quiero decir que la veo salir todos jueves. Es...muy guapa.
—Sí que lo somos— respondió la vieja— ¿Es verdad que dicen que soy bruja?
—Si señora, y que se llama usted la Bigota y también dicen que...su hija es puta.
Ella soltó una sonora carcajada provocando que se volviesen a oír los gruñidos que habían llamado la atención de Luis desde la calle y que ahora era fácil adivinar que venían de detrás de aquella puerta. El niño perdió de vista a la Bigota por un instante para mirar a su alrededor: Se encontraba en la nada. Y las paredes eran el infinito que rodeaba a la coqueta, a la cama y a la puerta cerrada. —Bueno, señora, me voy que es tarde y doña Ursula estará al llegar.
—Espera ¿No querías conocer a mi hija? Y diciendo esto, la Bigota se levantó del taburete volviéndose hacia él para pedirle con voz cadenciosa. — Espera, hombre, espera, vas a yacer conmigo.
Luis la miraba estupefacto. La vieja se había trasformado: Ahora era la hija que, acercándose a él, lo desnudó, tomó sus manos y las puso sobre sus turgentes pechos.
El niño se estremecía, pero no de miedo; sino de excitación, aunque la verdad es que no era primera vez que sentía aquello, pues ya le había pasado otras veces cuando pensaba en las preciosas piernas de la hija de la Bigota. Pero ahora la tenía frente a él y se sentía envuelto en el embriagante perfume que tanto le gustaba.
—Échate encima mía, Luis, y deja de tocarte eso. —Se lo pidió con una poderosa voz que parecía salir de todo su cuerpo. Estaba desnuda y tendida en la cama, luciendo una hermosa, larga y ondulada melena rubia. El niño comprendió lo que iba a sucederle pero, como aún le quedaban unos segundos para perder la inocencia, le preguntó bajando la cabeza azorado y mirando su pequeño pene completamente erecto.
—¿Cómo te llamas?
—Nos llamamos Laura
—¿Tu madre también?
—Las dos somos la misma. Antes me has dicho que tienes una amiga bruja ¿No te ha hablado ella de estas cosas?
Luis aún permanecía de pie, junto al borde la cama. —La bruja que yo conozco se llama doña Ursula, bueno no exactamente así, creo que antes fue Carmen. Me habla de vidas pasadas y de esas cosas. Pero cuando habla como Carmen sigue siendo igual de mayor. Decidido a saltar sobre aquel hermoso cuerpo, Luis sólo atinó a exclamar —¡Lo tuyo es mejor, Bigota¡
— ¡No me llames así¡ —Gritó ella y se volvieron a oír los gruñidos. —Venga, chaval, hazlo ya, que “Coco” se impacienta. En el momento en el que él fue capaz de franquear aquel frondoso y aterciopelado bosque marrón y logró atinar torpemente en el sitio correcto, sintió aterrorizado como un cuerpo peludo y de piel áspera se abrazaba al suyo por detrás: Era “Coco”, el gorila.

El niño se lo contó a su madre, está al padre y el padre al padrino, que era abogado, y éste aconsejó que tenia que reconocerlo don Juan, el médico. —No tiene desgarro ni irritación en el ano. —Dijo el galeno con profesional indiferencia.—En cuanto a esto,—añadió cogiendo el pequeño pene para mostrar el rojo e irritado prepucio del niño— esto sí, aquí sí puedo certificar que está desflorado.
Aún estando en el embarazoso trance de verse desnudo ante todos los presentes, Luis fue capaz de hacer una deducción y, al oír lo de desflorado, pensó: “Claro, ahora comprendo porque los chicos mayores le llaman “capullo”.
—En fin,— comentó el padrino y abogado con aires de suficiencia — resulta claro que, legalmente, no tenemos nada. Se lo puede haber hecho él mismo; y en cuanto a lo de la casa, la vieja, la joven y el mono, sólo tenemos la palabra de Luisito. No hay testigos ni pruebas. Lo negarían todo diciendo que se trata de una fantasía del niño. Tenemos que olvidarlo y dejarlo estar. Nos enfrentaríamos con gente influyente.

—Por favor, doña Ursula, que quede entre nosotras.—Rogaba Magdalena después de haberle contando a su amiga el dramático episodio.
—Óyeme, mujer. “Creo que será imposible que ésta lo entienda”. Pensó para sus adentros. —Lo que le ha sucedido a Luis ha sido positivo para él. Ahora está inmunizado, protegido contra esas malas artes que utiliza la brujería. La trayectoria de su vida se vislumbra plácida y rodeada por la magia.
—Deje de decir esas tonterías, Ursula. Estamos todos destrozados y él no lo olvidará en toda su vida
—¡Muy al contrario! Magdalena, te aseguro que llegará un día en el que éste suceso se ira difuminando sobre el reluciente fondo del hechizo que iluminará su futuro. Lo recordará todo como algo lúdico y divertido. Luis es un ser especial e incluso con el tiempo será capaz de escribir sobre esto que hoy te parece tan escabroso.
—Bueno, dibujar bien si que dibuja. — Fue la respuesta de Magdalena.
—Tu niño tiene alma de artista y por eso durante toda su vida se desenvolverá como pez en el agua dentro del mundo de la feminidad, se sentirá cómodo entre mujeres y homosexuales. Por éstos, sentirá respeto y admiración, llevándose muy bien con ellos.
—Por Dios ¿Qué le ha visto usted a mi hijo de maricón? —Preguntó la madre dubitativa y compungida. —No mujer, no es eso. Aclaró doña Ursula riéndose con descaro. Muy al contrario, tu hijo es puramente heterosexual y además será monógamo.
—¿Quiere usted decir que le ha gustado lo que le ha hecho el mono por detrás?
Doña Ursula había comenzado a perder la paciencia ante las escasas entendederas de aquella mujer que, tan bondadosamente, le ofrecía cocido todas las noches, excepto domingos.
—He querido decir que le gustarán la mujeres pero que cuando esté con una, no le pondrá los cuernos con otras ¿Lo comprendes ahora? ¡Leches!
—No me grite usted, doña Ursula, además, ¿por qué tengo que creer esas cosas? Sepa usted, que, aunque me lo ha ocultado, estoy enterada de que se ayuda usted echando las cartas. Espero que no llegue a oídos de mi marido, porque lo de los pitillos lo ha pasado pero le aseguro que no aguanta las supercherías.
Pasaron los días y Luis cada vez dibujaba mejor, tan bien, que doña Ursula temía que pronto se tendría que buscar un plato de puchero caliente en otro lado. Tuvo Luis la idea de hacer un dibujo grande, bastante grande, con el fin de dar una sorpresa a su maestra. Así que le pidió a su amigo Ángel que si podía dibujar en su casa. Este lo consultó con sus padre que estuvieron encantados de dejar que el chico utilizara el salón. Tardó solo tres días en terminarlo y la obra resultó ser espectacular: Mostraba la imagen de una mujer de cuerpo entero. Sobre la parte inferior del papel escribió el título: “Bruja gitana” y debajo, su firma. El padre de Ángel al ver el cuadro lo quiso comprar “Vendrá muy bien en una pared del negocio”. El hombre era propietario de una venta de las afueras de la ciudad, una de esas en donde en aquellos tiempos se hacían juergas con cantaores, bailaoras y putas. Tengo que consultarlo con mis padres, alegó Luis y se llevó el dibujo a casa.
—¡Clavadito! Gritó Magdalena orgullosa. Este se queda aquí; no vamos a dejar que pongan un retrato de doña Ursula en un sitio de esos, vamos que no.

Entre la madre y el hijo habían fijado el retrato en un tablero y puesto éste sobre un caballete. Y lo habían cubierto con una paño para dar una sorpresa a la profesora de dibujo que estaba a punto de llegar. Pero doña Ursula no reparó en el armazón y comenzó la clase como si nada. Terminada la cena la familia se miro con cierta complicidad.
—¿No ha notado usted nada doña Ursula?—La interpelada encogió los hombros. Entonces, poniéndose de un salto ante el caballete, Luis desveló lo que se ocultaba tras el paño y doña Ursula lo miró orgullosa, con un gesto de aceptación. Al acercase leyó el título y entonces su semblante se torno serio.
—¿No le ha gustado? ¿ Tiene algún defecto? Hay que tener en cuenta que Luis está empezando. —Comentó don Juan decepcionado.
—¿Puedo hablar a solas con el niño? —Por supuesto. Respondió el padre sonriente y mostrándole la puerta del dormitorio. La casa no era, ni por un asomo, tan grande como la de la Bigota. — Puede usted llevarlo ahí. Y eso hizo doña Ursula, entrar con Luis y cerrar la puerta
—¿De dónde has sacado tú eso? —Le preguntó en tono de reproche, con voz queda y reprimiendo su ira —¡Yo no soy ni bruja ni gitana! ¿Te enteras? Es verdad que mi aspecto es aflamencado pero yo no soy una bruja como la Bigota. He trabajado mucho para iniciarte en el prodigioso arte de la magia y tú me pagas así, con esta ofensa. Doña Ursula tenia cogido a Luis por los hombros y le zamarreaba. Sentada en filo de la cama y algo más calmada, prosiguió. — Sin embargo, el destino es el destino, así que tendré que volver a reencarnarme para iniciarte en un nuevo talento que nacerá en ti y que utilizarás para lograr enamorarme.
— ¿Será usted mi novia? Se volverá usted joven como la Bigota? —Preguntó Luis con cara de pícaro y frotándose las manos.
— Sí, pero aún tienes que esperar mucho tiempo. La próxima vez tendré la edad perfecta como para que tú puedas ser mi pareja pero dependerá de muchas circunstancias. Quizá seas tú quien me ayude en esa ocasión... por mucho que me pese.
Cuando salieron del cuarto, los padres—mudos y expectantes— estaban esperando el resultado de la charla, No se habían enterado de nada. Sólo habían oído unos balbuceos casi imperceptibles.
—Don Juan, ... doña Magdalena. — Dijo doña Ursula con gran solemnidad— Les quedo muy agradecida por su generosa hospitalidad, pero me despido. No volveré nunca más por esta casa. Luego, se plantó frente al caballete, despegó el retrato y lo rompió en varios trozos. Ya en la puerta y antes de salir, se giró majestuosa. Y echándose el mantón al hombro con porte de faraona, se despidió de Luis: —Sabes, cariño, aunque te parezca imposible, la historia de cada uno de nosotros, venga de donde venga, ha sido escrita por la misma mano.
—Adiós Carmen, dijo Luis. — Adiós, Jesús, hasta la próxima, respondió ella con un guiño de complicidad.

Pasaron los años y Luis, en plena madurez, era un conocido escritor que impartía talleres literarios y que había hecho amistad con una de sus alumnas. Se llamaba Macarena pero él, sin saber por qué, la llamaba Carmen. A ella, al principio le hacia gracia, hasta que la insistente confusión de su profesor acabó por molestarla.
—No me llames Carmen, por favor, soy Macarena. Y así en cada uno de sus encuentros. Un día que Luis tomaba café en casa de su alumna, esta se excusó para ir a la alcoba y desde allí le llamó con una poderosa y extraña voz:
—Ven, Luis— Antes de decidirse a obedecer él lo pensó un poco. Ella insistió ¡Te he dicho que vengas, Luis!
Inmóvil, con la respiración entrecortada Luis permanecía bajo el dintel de la puerta comprobando con asombro como su alumna estaba desnuda y tumbada en la cama.
—Toma, dame un masaje en los talones— le dijo con voluptuoso desparpajo y entregándole un frasquito de cristal. Atónito, sentado en los pies de la cama, Luis lo abrió: Era el aroma de su infancia; aquel embriagante perfume.
—¿Qué significa esto, Carmen?
—¡ No me llames Carmen, Estúpido!... no ves que soy la Bigota.
J.M.





7 comentarios:

  1. Mi querida bigota.
    En primer lugar como es de bien nacidos ser agradecidos, te doy las gracias por dedicarme el relato sobre el origen de tu nombre o de ti misma, que puede que lo sea y eso sea el emnsaje de este relato; pero en segundo, sinceramente te digo, propugnanado tu filosofia de vida, que no creo que merezca este castigo... jajaja
    Es decir el relato se me ha hecho largo,tedioso,incomible, en algunos moemntos me he perdido y no sabia de quein hablabas y te juro que no desconfio en absoluto de mi capacidad... Como te diría nuestra comun amiga Mercedes: Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

    Un beso y gracias

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  2. Para Maria José Moreno.
    Sólo has respondido porque eres muy educada y eso es muy de agradecer. Me parece que has hecho una lectura demasiado superficial y llevada de cierto prejuicio. Quizás ésta síntesis del cuento-que está escrito en clave esotérica- y que, además, tiene otra lectura difícil de comprender; te ayude un poco a no perderte en la lectura.
    “Un niño tiene una profesora de dibujo, que además de enseñarle este noble arte, también le enseña el arte de la magia aunque el niño se siente más atraído por la brujería ya que cerca de su casa viven una madre y una hija: una llamada la Bigota, supuestamente bruja, y la otra, una mujer por la que él siente gran atracción. El niño es protagonista de un soprendente suceso en el cual la bruja se trasforma en la mujer que a él le atrae, es decir, en la hija de Bigota y ésta lo viola y además lo hace victima de una aberración sexual: A ella le excita hacer el amor con niños y además con la participación de un animal, en este caso el gorila.
    El niño, asustado, se lo cuenta a sus padres que toman cartas en el asunto: consultar a un abogado que aconseja un reconocimiento médico.
    De acuerdo con su creencia reencarnacionista, la profesora (Ursula) aprovechando las “clases” de magia le dice al niño que en una vida pasada ambos se habían conocido. Y que, en aquella vida ella se llamaba Carmen y él Jesús. Ella era una aristócrata cordobesa y él un joven escritor que se suicidó. También le dice que ha vuelto a reencarnarse para cumplir su Karma (redimirse) al enseñarle un noble arte: el dibujo.
    El niño, creyendo que alagaría a su profesora le hace un retrato sin que ella lo sepa y lo titula “Bruja gitana” cosa que molesta a la profesora porque siente aversión por la brujería: Ella práctica la magia. Se disgusta, pero acepta su destino-la rueda del eterno retorno- y le promete volver a reencarnarse, pero está vez ella tendrá una edad adecuada para que él, que ya será hombre, pueda enamorarse de ella. El distino hace que el niño, ya hecho un hombre maduro, conozca a una alumna que se llama Macarena en la que él cree ver reencarnada a doña Ursula, o sea a Carmen, y comienza a llamarla por ese nombre. Doña Ursula le había vaticinado que volvería, y a él algo le decía que aquella mujer (Macarena) tenía mucho que ver con aquella promesa. En el lance final,la alumna se desvela ante él como la reencarnación de alguien que le hizo mal en su infancia: La Bruja Bigota.

    Todo esto se cuenta envuelto en pinceladas de nostalgia y con descripción de personajes añejos, pero dispares: doña Ursula y una madre inculta y tonta, lo cual da pie a chistes con juegos de palabras aliteradas que a unos les puede parecer groseros y a otros ingeniosos. Es cuestión de gustos. Esto también sucede en la escena del niño desnudo ante un grupo de adultos. El toque de erotismo en la escena de la violación es desenfadado y provocador; creo que la literatura tiene que serlo. Y tú lo sabes muy bien. La parte final está teñida de cierta sensualidad y la historia es, sin duda, original y muy imaginativa.

    Con toda sinceridad, sí te hubiese dado el argumento a ti o a Mercedes lo hubieseis dado un tratamiento quizás más poético y con mas maestría en el manejo de la palabra escrita. Soy consciente que está redactado con cierta brusquedad y con la impronta de un varón. Siendo humilde uno puede aprender todos los días. Después de haber vivido muchos años de la comunicación escrita y hablada con demostrado éxito, me han hecho ver que no se hacerme entender. Paradojas del destino. Será mi Karma. Gracias, pero ya es tarde. Estoy en el proceso de “desaprender”. Y te aseguro, Maria José, que no hay ironía en mi despedida; si eres amiga de Mercedes tienes que ser alguien muy especial y merecedora de un tratamiento serio y correcto. Has sido cruel; puede que dejándote llevar por cierto instinto gregario "blogero" que creo que no te va.
    Un beso

    El Bigota

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  3. ACLARACION
    Las faltas de ortografía y de puntación son cosas de profesor despistado. Mi correctora particular está muy enfadada conmigo.

    La bruja Bigota

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  4. Mi querida Bigota, algo mas aclarado el relato y de acuerdo con esos puntos llamativos que quieres expresar (erotismo, nostalgia...)pero que snceramente se perdieron en el camino.
    En nungún momento considero que haya sido cruel y ademas si me conocieras, sabrias que no creo que haya otra con menos instinto gregario que yo. Siempre he estado sóla y casi todo lo que he conseguido lo he hecho solita (digo casi porque si no serial faltar a la verda), si bien es verdad que soy de natural agradable (como veras no necesito abuela) y me suelo llevar bastante bien con la gente. Y retomo, no he sido cruel porque sólo he vertido mi opinion personal de lo que me habia transmitido el relato. Yo también soy crítica entre otras cosas porque suelo aceptar bastante bien las críticas que me hacen y que me ayudan a mejorar, si no pregúntale a nuestra común amiga Mercedes.
    Su hubiera querido ser cruel, lo hubiera sido, pero no era mi intención y menos en un escrito dedicado como el que tu has hecho y que te vuelvo a agradecer.
    Todos tenemos mucho que aprender y la crítica es buena, pero a veces duele. Sin embargo, una vez que cura la herida narcisista, recapacitamos y vemos que llevan razón. En ese preciso instante podemos comenzar a aprender.
    Un beso y feliz viernes

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  5. Eres muy inteligente y sabes dominar la dialéctica y llevar las cosas a tu terreno. No es lo mismo instinto gregario que instinto gregario bloguero. El segundo parecer querer decir, que si alguien no cae bien en una comunidad en Internet y le atacan todos los demás del grupo, hay que atacar, sin más. Eso está muy estudiado en la “dinámica de grupos” El mundo de los blogs me parece un fenómeno sociológico muy interesante para hacer un estudio del comportamiento humano cuando no se tiene a la persona cara a cara. Quizás algún buen profesional en ese campo lo podría estar utilizando para ese fin.

    ¿Dónde está el fallo en mi relato; en el planteamiento, en la descripción de los personajes, en el eje conductor de la historia, en la técnica narrativa. No se trata que guste o no guste, se puede y se debe criticar pero no con generalidades. Eso no es riguroso. Se debería ayudar a las que empiezan con consejos útiles. Si se me ocurriera decir(¡Que Dios me libre hacerlo!)que mas bien parecéis un club de amiguetes que se “inventan” premios y se los envían unos a otros; otra vez sería “anatema”. Pero no lo digo. Mª José, que es mucho lo que me juego. Por eso mejor me quedo calladita que así estoy mejor. O me voy con la música a otra parte, que esto no vale la pena. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, es un tópico, un lugar común, Imagínate que se lo hubiesen dicho a Cervantes, o a Camilo José Cela, o a Cortazar, y que lo hubiesen puesto en práctica,¡Qué desastre para la literatura universal!
    Gracias por tu amable respuesta.

    Un fraternal saludo
    La Bigotes

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  6. Igualmente, Maria José. Muchas gracias.

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